Dédalo ideó una vez en Cnosos una pista de baile para Ariadna
En el libro 18 de La Ilíada (88.8), Homero menciona que Dédalo diseñó una pista de baile al aire libre para la hija del rey Minos, Ariadna. A raíz de esta línea, se han ideado teorías en torno al famoso laberinto cretense: igual fue construido para las danzas rituales relacionadas con el cortejo denominadas Bailes de la perdiz. Esta nueva propuesta del mitológico espacio me lleva a imaginarme a Ariadna ya no como “la muy santa”, sino reformulada como una ménade en trance extático propia del culto dionosiáco: abandonamos la normatividad de la figura de la mujer patriarcal sentada, inmóvil y silenciosa para abrazar a una figura “alocada” que quema las pistas de baile. En su compañía encontramos a su hermano Asterión, el minotauro, ya no como monstruo abandonado igual que su hermana a su dramático porvenir, sino como un ser delicado y sensible que vuelve a nacer en un contexto donde tenga su lugar como ser excepcional y raro. La traición por su hermano de la que se apena la princesa en Las cartas de las heroínas de Ovidio ya no tiene sentido: el monstruo ha salido victorioso de su encierro y los dos bailan en esta nueva pista de baile donde suena un tecno arcaico, consiguiendo liberarse del sistema impuesto mientras celebran su propia fiesta: como dice Donna Haraway “importa qué historias contamos para contar otras historias (...), importa qué historias crean mundos, qué mundos crean historias”.
Tríptico bordado con algodón negro e hilo de oro de 24K en sábanas heredadas de lino
Valldoreix, 2023
178x244cm cada una