Minotauro
En la Edad de Bronce se da una ruptura en la representación de los grandes bovinos, al mismo tiempo que se forjan los mitos clásicos, que giran en torno a un héroe masculino, ya apuntado en el acadio Poema de Gilgamesh. Al Minotauro le precede su abuelo Zeus transformado en toro blanco, y su padre biológico, otro toro blanco, ofrenda al dios Poseidón, dos animales que no se entendieron como sinónimos de monstruo. En cambio el Minotauro es el fruto indeseado del incesto, el hijo engendro.
La figura monstruosa de este ser se basa en los dibujos de los bisontes de Altamira, durmientes en la cueva-templo. Dos animales localizados en un tiempo diferente y con significados totalmente opuestos: uno en la membrana viva de las paredes de la caverna, otro encerrado en un artificio y destinado al sacrificio. El dibujo se basa en las líneas de los grandes dibujantes del pasado, se vuelve a seguir su trazo, repitiendo un movimiento de unos 30.000 años de antigüedad, para después bordarlo.
El minotauro renace en una cueva que es sábana heredada, donde las manos, en vez de pintadas como se encuentran en las grutas paleolíticas, están implícitas en el trabajo volcado en esta durante años, unas manos que cicatrizaron en zurcidos cada rotura de la tela, unas manos invisibles que aún se mueven por sus tramas.
Bordado en sábana heredada de lino
Madrid, 2019
178x244 cm